VIRUS DEL SARAMPIÓN EN NIÑOS
Sarampión (niños)
Características.
Es una enfermedad infecciosa contagiosa producida por el virus del sarampión, que se caracteriza por un sarpullido -exantema en términos médicos- que comienza en la cara y se va extendiendo hacia el cuerpo y las extremidades.
Modo de infección.
Se transmite por vía respiratoria, o sea, a través de los estornudos y la tos. Afecta sobre todo a
niños o adultos jóvenes, aunque, afortunadamente, desde el comienzo de la vacunación la
enfermedad es cada vez menos frecuente en países como el nuestro.
Patología o patogenia.
Después de un periodo variable de tiempo tras el contagio (de 7 a 14 días), el niño comienza con
un cuadro de catarro con gran afectación, con fiebre elevada, obstrucción nasal, tos seca y ojos
rojos (conjuntivitis), que pueden ir acompañados de malestar general, dolores musculares,
molestias con la luz (fotofobia) e hinchazón (edema) en los párpados. Unos 3 días más tarde
aparece el sarpullido que se inicia en la cara y se va extendiendo en los 3 días siguientes hacia el
cuerpo y extremidades, incluidas las palmas de las manos y las plantas de los pies. Coincidiendo
con el inicio del exantema, pueden verse en la mucosa de la boca una manchas blanquecinas que son muy típicas de la enfermedad y que pueden ayudar al diagnóstico (manchas de Koplick)
aunque permanecen muy poco tiempo. En unos 4 a 6 días, el sarpullido va desapareciendo en el
mismo sentido en que apareció, dejando algo de descamación. La recuperación completa se
produce alrededor de los 7-10 días del inicio del exantema.
Prevención.
La mejor prevención es evitar el contagio por lo que, como los humanos somos el único reservorio
del virus, si conseguimos que los niños no padezcan la enfermedad, el virus desaparecerá, como ya ha ocurrido con la viruela, otra enfermedad vírica que está erradicada. Por el momento, la manera que tenemos de evitar que los niños padezcan el sarampión es que no entren en contacto con niños que lo padezcan y sobre todo vacunarlos. La vacuna del sarampión, aunque puede
emplearse aislada, se suele administrar junto a las vacunas de otras dos enfermedades víricas, la
rubéola y las paperas (parotiditis), en lo que se conoce como vacuna triple vírica.
Aunque se ha relacionado a esta vacuna con diferentes enfermedades como autismo, diabetes,
enfermedad inflamatoria intestinal, etc., no hay ninguna evidencia de tal relación, mientras que si
la hay, como se ha podido comprobar en algunos países, entre la disminución de las coberturas
vacunales (porcentaje de niños que han sido vacunados del total de los que debían estarlo) y la
aparición de epidemias de sarampión.